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martes, octubre 25, 2005

6 de octubre 1976 - 2005: La injusticia tiembla

El crimen de Barbados no quedará impune

Ángel L. Beltrán Calunga

El pasado 6 de octubre se conmemoraron 29 años del bestial sabotaje, un crimen dirigido y financiado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), escudada en organizaciones anticubanas, radicadas en Estados Unidos y en otros lares del continente.

El 15 de ese mes, en la Plaza de la Revolución, en la capital, un millón de cubanos, en representación de todo el pueblo, asistió a la despedida de duelo pronunciada por el Comandante en Jefe Fidel Castro.

Conmovidos, luctuosos, indignados, nos reunimos hoy en esta histórica Plaza para despedir, aunque simbólicamente, los restos de nuestros hermanos asesinados en el brutal acto de terrorismo perpetrado contra un avión civil en pleno vuelo con 73 personas a bordo, de ellas, 57 cubanos. La mayor parte de los restos yacen en las profundidades abismales del océano, sin que la tragedia haya dejado a los familiares allegados ni aún el consuelo de sus cadáveres. Solo los restos mortales de ocho cubanos han podido ser recuperados. Ellos se convierten así en símbolos de todos los caídos, el único resto material al que daremos sepultura en nuestra tierra de quienes fueron 57 saludables, vigorosos, entusiastas, abnegados y jóvenes compatriotas nuestros.

Su edad promedio apenas rebasaba los 30 años, aunque sus vidas eran ya, sin embargo, inmensamente ricas en su aporte al trabajo, al estudio, al deporte, al afecto de sus familiares allegados, a la Revolución.

A renglón seguido, el líder cubano explicó que entre los muertos, estaban 11 guyaneses, seis de ellos seleccionados para estudiar Medicina en Cuba. Los otros, cinco norcoreanos que venían a Cuba, en viaje amistoso.

En otro parte de su indignada y emotiva despedida de duelo, Fidel Castro acusó a la CIA como máxima responsable de la voladura del aparato de Cubana de Aviación.

El 10 de octubre, varias fuentes absolutamente fidedignas, de círculos periodísticos de Venezuela, indignados por el monstruoso crimen, hicieron llegar a Cuba informes de suma importancia. Estos revelaban que un fotógrafo del periódico El Mundo, llamado Hernán Ricardo, dos semanas atrás se le había visto en compañía de Félix Martínez Suárez, conocido enemigo de la Revolución cubana, y dos sujetos más. Que este Hernán Ricardo era inseparable de Freddy Lugo. Que dos días después de la explosión de una bomba en las Oficinas de Cubana de Aviación, en Panamá, Hernán Ricardo había llegado al aeropuerto de Maiquetía, procedente de ese país. Que poseían indicios ciertos de que dicho sujeto contaba con tres pasaportes, uno de ellos a nombre de José Velázquez.

Se añadía que en la propia redacción del periódico El Mundo, había alardeado conocer que un avión cubano sería volado en Barbados. Pero lo más esencial e importante que nos comunicaron estas fuentes bien informadas de Venezuela, es que en amplios círculos, se conocía que Hernán Ricardo era agente de la CIA, que muchas veces manejaba informes procedentes de la misma y que devengando un sueldo relativamente modesto de 600 bolívares, poseía un automóvil de 40 000 y un apartamento de 100 000.

Algunas personas lo habían oído también comentar con Freddy Lugo sobre cursos de explosivos que estaban recibiendo. Que por todos estos antecedentes, ellos sospechaban que el otro arrestado, que se hacía pasar por José Velázquez, era Hernán Ricardo. Dos días después, el 12 de octubre, el Gobierno de Venezuela anunció oficialmente, que el segundo detenido era realmente Hernán Ricardo. Esto lo explica todo.

A los informes procedentes de Venezuela, debemos añadir que de acuerdo con los datos que obran en nuestro poder, Félix Martínez Suárez es reputado agente de la CIA.

Y el Comandante en Jefe de la Revolución cubana, en los finales de su estremecedor discurso, expuso: Nuestros atletas sacrificados en la flor de su vida y de sus facultades serán campeones eternos en nuestros corazones; sus medallas de oro no yacerán en el fondo del océano, se levantan ya como soles sin manchas y como símbolos en el firmamento de Cuba; no alcanzarán el honor de la olimpiada, pero han ascendido para siempre al hermoso olimpo de los mártires de la Patria.

¡Nuestros tripulantes, nuestros trabajadores del aire y todos nuestros abnegados compatriotas sacrificados cobardemente ese día, vivirán eternamente en el recuerdo y la admiración del pueblo!

Hacia nuestros hermanos guyaneses y coreanos inmolados ese día, va también nuestro recuerdo más ferviente en estos instantes. Ellos nos recuerdan que los crímenes del imperialismo no tienen fronteras, que todos pertenecemos a la misma familia humana y que nuestra lucha es universal.

Y los ojos del pueblo se humedecieron aún más, cuando Fidel concluyó: No podemos decir que el dolor se comparte. El dolor se multiplica. Millones de cubanos lloramos hoy junto a los seres queridos de las víctimas del abominable crimen. Y cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla. ¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!

ANTECEDENTES

Los antecedentes del sabotaje son obvios: la demencial actitud del imperialismo para tratar de destruir el ejemplo de la Revolución cubana.

En el año 1976 hubo una serie de ataques y atentados a pesqueros y representantes diplomáticos cubanos. En aguas internacionales fue abatido el trabajador Bienvenido Máuriz. En Lisboa, fueron asesinados los diplomáticos Adriana Corcho y Efrén Monteagudo. Hubo explosivos contra la misión cubana en la ONU y una bomba estalló en el equipaje de un avión de Cubana, en el aeropuerto de Jamaica. No hubo víctimas, porque el vuelo se retrasó.

Otra bomba destruyó las oficinas de Air Panamá; y en México asesinaron al técnico de la pesca, Artagnan Díaz, en virtud del fracasado intento de secuestrar al cónsul cubano.

En agosto de ese año, dos diplomáticos de la Patria desaparecieron en Argentina. Días después, dos artefactos dinamiteros explotaron en la sede de Cubana de Aviación en Panamá.

EL CRIMEN DE BARBADOS

Faltaba lo peor. El 6 de octubre de 1976 fue destruido en pleno vuelo, tras despegar del aeropuerto internacional de Seawell, en Bridgetown, capital de Barbados, el avión que hacía el viaje regular 455 de Cubana de Aviación. La nave procedía de Puerto España, capital de Trinidad-Tobago.

Entre los viajeros estaban los 24 integrantes del equipo juvenil de esgrima que ganó, para Cuba, todas las medallas de oro, en el Campeonato Centroamericano y del Caribe, efectuado en Venezuela. También viajaban l5 miembros de otra tripulación de Cubana que se encontraba rotando en Barbados. Un grupo de trabadores del Instituto Nacional de la Pesca y los ya mencionados guyaneses y coreanos, igualmente formaban parte de los viajeros.

El pájaro de hierro se dirigía, en su periplo, a Jamaica para luego llegar a La Habana, pero nueve minutos después del despegue, se produjo la primera explosión. Eran las 12: 23 a..m. (hora de Barbados) y la otra, en el baño trasero, a las 12:27 a.m. Esta última fue la que derribó el aeroplano.

En el hotel Port Spain, en Trinidad-Tobago, fueron detenidos los venezolanos Hernán Ricardo y Freddy Lugo, quienes viajaron, en la nave siniestrada, hasta la capital barbadense y allí tomaron un avión hasta la capital trinitaria. En manos de la policía se acusaron mutuamente de haber colocado la bomba en la nave cubana.

Los encartados fueron deportados a Venezuela y tras sus huellas, allí fueron también detenidos Orlando Bosch y Luis Posada Carriles, quien perteneció a la policía de la tiranía de Batista. Fueron acusados como autores intelectuales del crimen.

El caso se ventiló en lo civil, pasó a la jurisdicción militar y de nuevo a lo civil. Después de 10 años de espera, el 2l de julio de 1986, los venezolanos Hernán Ricardo y Freddy Lugo, autores materiales de la voladura, fueron condenados a 20 años de cárcel por el delito de homicidio calificado. Sobre Posada Carriles, "fugado" 11 meses antes no se dictó sentencia. La Fundación Cubano-Americana invirtió casi 50 000 dólares en el soborno que facilitó su liberación. Se ubicó en El Salvador, donde prosiguió sus fechorías.

Orlando Bosch fue absuelto. Según el Juez no se demostró su autoría intelectual, aunque los fiscales alegaron sus constantes reuniones con los autores materiales y el telefonema que, desde Barbados, después del sabotaje, le hizo Hernán Ricardo.

El super terrorista Posada Carriles, por otra parte, durante la década de 1990, intentó asesinar al líder cubano, en Tegucigalpa, Cartagena de Indias e Isla Margarita. En Costa Rica (1995) planeó dinamitar un barco cubano; en Honduras hizo explotar 41 bombas ese año. Reclutó mercenarios para 14 atentados, con explosivos en Cuba. En uno de ellos murió el turista italiano Fabio Di Celmo.

Y la última, como se sabe, fue en Panamá, en el 2000, cuando en ocasión de una Cumbre Iberoamericana, dirigiría el atentado contra el presidente cubano Fidel Castro. En el paraninfo de la Universidad de ese país, también morirían cientos de estudiantes panameños. La Seguridad cubana impidió la masacre. Posada Carriles y sus compinches fueron detenidos y condenados, pero el 25 de agosto del 2004, la entonces jefa de Estado, Mireya Moscoso, los indultó siguiendo órdenes del "führer" George Bush.

Increíblemente los terroristas están en la calle, mientras Cinco antiterroristas cubanos llevan seis años tras las rejas. Pero como ayer, como hoy y como siempre, la injusticia tiembla, en tanto el pueblo cubano se mantiene enhiesto ante las amenazas imperiales, y está listo para combatir hasta la muerte, hasta la muerte de los agresores si persistieran en quitarnos la Patria.

Fuentes: Crimen en Barbados, Nicanor León Cotayo, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1978; Pusimos la bomba... ¿y que?, Alicia Herrera, Ciencias Sociales, La Habana, 2000, y Clímax de un plan terrorista contra Cuba, artículo de Pedro A. García, periódico Granma, 6 de octubre, 2001, p. 5

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